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Cuando me pierdo


A veces no sé dónde estoy, supongo que conoceréis esa sensación. A mi me asalta a menudo la verdad. Y es que muchas veces, cada vez más, me ocurre que, levanto la vista y no sé el día que es, o creo estar en otro mes. El caso es que puedo estar hablando perfectamente del día veintisiete por ejemplo y de lo que tengo que hacer entonces pero no recordar que es hoy. Es curioso cómo la mente llega a disociar de esa forma.

¿No os ha pasado que lleváis unos días pensando: El jueves entrego esto, el jueves tengo que ir aquí y allá y cuando llega el jueves vuestra mente cree que aun no ha llegado?

En ocasiones estoy tan despistada pensando en los proyectos actuales y en lo que queda por hacer en los que ya he terminado que puedo meter mi taza de café en la nevera y sentarme con el cartón de leche en la mesa para desayunar o guardar las zapatillas en el cajón de los calcetines, o llevar el plato a la nevera en lugar de al lavavajillas.

Todo esto es cierto, y os podría contar muchas más cosas aun pero me estaría yendo por las ramas.

El caso es que me pierdo, me pierdo muchas veces y todas ellas en los entresijos de mi cerebro que no cesa de pensar en lo que tengo entre manos o en las tareas pendientes y reconozco que, como es algo que me viene sucediendo desde hace tiempo y no tiene visos de mejorar, vivo con notas, post-its y alarmas.

Hace tiempo que dejé el tema de la agenda en papel por una electrónica en la que me avisa una alarma pre-programada además de tener programadas las alarmas para el día a día.

Sí, tengo alarmas para todo, benditos Smart Phones que hacen posible todo esto.

El caso es que a pesar de andar perdida de aquí para allá, soy consciente de que tengo mis anclas, esas por las que mis alarmas se multiplican, esas por las que hago todo lo que hago y sin las que creo que muchas cosas carecerían de sentido. Esas que aunque estés a kilómetros de distancia aun estando en la misma habitación o creando mundos y personajes, te traen de regreso.

Es por ello que cuando me pierdo inclusive de mí misma, cuando por algún u otro motivo me desestabilizo y acuden a mí pensamientos nada propios, echo mano de mis anclas o mejor dicho tiro de recordatorio y es como si me reseteara.

Porque cuando me pierdo, me recuerdan quién y qué soy y dan respuesta a cualquier por qué.

Porque por mucho que me adentre en el laberinto, me ayudan a encontrarme.

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