Dibujando
Cuando era pequeña y algo me gustaba mucho, siempre me asaltaba la necesidad de inmortalizarlo de algún modo. En aquel entonces no solíamos tener la cultura de fotografiarlo todo, solíamos dibujarlo, como niños que eramos. Mi problema llegaba en ese momento en que mis trazos no se correspondían en nada con lo que quería plasmar y me frustraba. Mucho, debo añadir.
No sé dibujar, eso no es ningún secreto.
Ah, lo intenté.
Lo intenté muchas veces. Y practiqué. Muchas más. Pero no había manera. Y es que todo lo que yo era capaz de captar con la mirada era incapaz de transmitirlo con mis dibujos.
No recuerdo quién, pero un día alguien, un adulto, me preguntó por qué me frustraba tanto no dibujar bien si precisamente lo raro hubiera sido lo contrario, me dijo que tenía las habilidades normales de dibujo, ni más ni menos y, la verdad, yo no supe si creérmelo porque os confieso que soy algo perfeccionista y solo quería que los demás vieran lo que me había llamado la atención y lo vieran como lo había hecho yo.
Entonces vio un papel al lado del dibujo que estaba intentando terminar, era una hoja donde había descrito lo que quería dibujar, allí anoté a todo correr los matices que me habían hecho sentir esa sensación de querer plasmarlo en un dibujo para no olvidar nada, terminó de leer mis notas, me miró y me dijo:
—No sé por qué te esfuerzas en dibujar lo que ya me has enseñado.
Yo no entendí nada, mi dibujo no estaba ni siquiera a medias y para mi vergüenza no se parecía en nada a lo que mis ojos habían contemplado.
Me pidió que describiera mejor, en el papel, lo que estaba intentando dibujar pues con apenas unas anotaciones, había podido ver en su mente lo que quería decir con mis palabras y así lo hice. Desde ese momento dejé de intentar dibujar y cada vez que quería mostrar algo, plasmarlo o inmortalizarlo para que otros pudieran verlo.
Lo describía con mis propias palabras.
Y funcionaba.
Con el paso de los años una se da cuenta de que las herramientas habían estado todo el tiempo allí, a mi alcance, solo que no me daba cuenta de todo su potencial.
Creo que esto me enseñó dos lecciones, una es que la herramienta correcta, infravalorada o mal utilizada es exactamente lo mismo que no tener ninguna herramienta.
Y la otra es que no hay que cerrarse a hacer las cosas de un solo modo, se puede transmitir lo que uno ha visto, sentido o creado de muchas formas, lo único que necesitas es encontrar tu mejor medio de expresión.