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My Way


En esto de las letras cada uno tiene su propio método de trabajo, caótico, ordenado, pertinaz o impulsivo, sí. Y todos distintos.

Aunque no todos valen a todo el mundo, ni todos funcionan del mismo modo ni tan siquiera a la misma persona todo el tiempo.

Hay que comprender en primer lugar que la creatividad es como el agua, se escapa entre tus dedos y no tienes tiempo ni lugar para contenerla, es algo rápido que fluye sin detenerse.

Unas veces las ideas fluyen conectadas como si estuvieran en la misma corriente, otras en cambio, van saltando de un punto a otro como charcos distantes entre sí y debemos elegir uno aun a riesgo de no poder recordar los otros después y, muy probablemente, perderlos para siempre.

Quizás haya quien lo vea como un juego pero no.

Es frustrante y requiere de una fuerza de voluntad colosal continuar trabajando en un proyecto cuando tienes mil ideas asaltando tu cerebro de forma repetitiva y constante. Los que nos dedicamos a la escritura debemos entrenar nuestra mente, tener ciertas habilidades para lidiar con ello pues de otra forma podría aparecer el dichoso bloqueo.

Y muchos se preguntarán: ¿Cómo alguien con tantas ideas, creativo e inventivo puede bloquearse?

Precisamente por un exceso de inventiva.

El ideal sería tratar de lograr un equilibrio y para ello, hay que entrenar al cerebro y para entrenarlo, hay que ejercitarlo. Parece sencillo pero no.

Y ¿cómo trabajo yo?

Como he dicho no hay un método que funcione todo el tiempo de la misma forma ni tengo unas pautas rígidas.

Sencillamente con el paso de los años una va desarrollando una serie de hábitos y costumbres, algunas se convierten en necesidades imperativas, otras no.

Siempre necesito llevar una libreta encima, por pequeña que sea.

Me gusta anotar ideas, situaciones, ocurrencias, frases que he escuchado o situaciones que he visto.

A veces incluso una forma de andar peculiar o un modo de apartarse el cabello de la cara de alguien me llaman la atención.

A la hora de sentarme frente al ordenador, porque sí antes escribía a mano pero desde hace tiempo lo hago con un teclado, me aseguro de haber cumplido con mis necesidades fisiológicas primero.

Esto puede sonar a chiste sin embargo nunca sé cuánto va a durar una sesión de trabajo y suelo olvidarme de todo a mi alrededor y francamente, es muy molesto estar en mitad de una gran escena y tener que dejar de escribir porque tienes que salir corriendo al baño.

Otras necesidades que cubro son picar algo ligero antes de empezar y beber un poco, a poder ser café o un refresco sin azúcar de cola y me llevo lo que quede al escritorio. Muchísimas veces, se queda sin tocar, otras me lo acabo y necesito más.

Depende del día de trabajo que esté teniendo y del tipo de trabajo que esté realizando.

Y lo que más necesito, algo que me ayuda a crear y perderme en los mundos de mis personajes hasta llegar a veces a verlos ante mis ojos mientras escribo, es el silencio. Cuanto más silencio haya mejor. Ni golpes, ni ruidos, ni charlas de fondo, ni música. Solo silencio. Y así es como puedo sentir fluir las palabras, mis dedos sobre el teclado, escuchar las voces de mis personajes.

A pesar de cumplir todos los requisitos habrá días en que el trabajo cunda más y días en que cunda menos y otros en los que surja algún bloqueo.

Lo que intento es cambiar de escenario, realizar otras tareas. Si no funciona, intento escribir algún microrrelato o relato corto y si tampoco funciona, veo alguna serie o hago alguna cosa manual y repetitiva mientras mi mente se aclara y ordena las ideas.

Le doy tiempo a mi cerebro de que una las piezas del puzle que está armando.

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