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Escribir en Familia (numerosa)


Sí, soy madre. Además de escritora y, como tal, trabajo en Aidan’s House (o eso es a lo que me aferro y me repito para no perder el oremus).

Mr. Husband trabaja fuera (qué suerte la suya) como la gente “normal”.

Y es que, así entre nosotros, ahora que no nos oye nadie, muy normal, muy normal, pues… Tampoco soy. Lo tengo asumido.

Por lo que si ,ilusa de mí, pretendiera iniciar mi jornada y sentarme a teclear mientras los niños (tengo tres hijos encantadores y de rebajas, oiga) están rondando…

¡Ja! Ni hablar.

Inspiración, musa, deidad... Pisa el freno y ponte en pausa que ahora mismo tengo que sacar el pie del enano de la boca de su hermana (ni quiero saber cómo ha llegado ahí).

Ya sé, ya sé…

Diréis:

Escribir con niños tampoco puede ser tan complicado.

Se puede escribir en cualquier momento y lugar.

Eso es lo que pensaréis (esperad un segundo, que se me ha desencajado la mandíbula de tanto reír).

Pues... No.

Ya os digo que no es tan sencillo que surja una idea inspiradora para tu próximo proyecto o novela mientras persigues a un niño que corre, bañado en natillas, de chocolate o de vainilla, a lanzarse en

plancha hacia el sofá.

Ese que adoras y que apenas catas.

O que se te ocurra el guión que irá a la próxima gala de entrega de los premios Óscar mientras limpias los restos

pegajosos del desayuno del parquet tan mono (que un día, antes de tener descendencia decidiste

comprar) del suelo del comedor en mitad de un arranque de furia.

Porque si el desayuno está en el suelo, no ha sido

un accidente, ha sido una mini guerra y tú lo sabes.

¿Acaso alguien ha leído alguna novela escrita por

Hulk?

(Pues eso)

Con el tiempo asumes que tu horario nunca va a ser el mismo al del resto de la sociedad trabajadora y limitas tu actividad a las horas de colegio, eso cuando todos vayan al cole, mientras uno solo de tus Hobbits esté contigo, olvídate.

Y a la noche.

Sí, ese momento en que todos duermen.

Menos tú.

¡Ay! (suspiro)

Lo bien que se escribe mientras todos duermen y un tractor se ha dejado el motor encendido. A escasos metros de ti

(Ah, no; que es Mr. Husband roncando).

Trabajando de noche todo fluye mejor.

Hay menos interrupciones aunque eso sí, las pocas que puedan surgir, una noche de éstas me harán

terminar en urgencias…

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Os pongo en situación:

Son las doce pasadas, todas las luces de casa están apagadas.

Estás a oscuras salvo por la luz de la pantalla de tu ordenador.

Trabajas a gusto, en silencio (relativo). Enfrascada en ese capítulo de tu novela.

¡Estás on fire!

Las palabras salen de tus dedos, que surfean expertos por encima de las teclas.

Tu personaje está en un momento decisivo.

—Mamá.

—¡Ah! (chillido moñas de peli mala de terror) ¡Que susto! Cariño, ¿qué haces despierta?

—Tenía Pipí.

—¿Has ido al baño?

—No. Tengo sed.

Esto es una conversación real.

Que tu hija aparezca detrás de ti como la niña de The Ring a esas horas provoca que quieras convertirte en la protagonista de Resident Evil y empezar a matar zombis a lo Milla Jovovich.

Tras recoger tu corazón del suelo ya puedes despedirte de trabajar por el resto de la noche.

Adiós inspiración, adiós. Hasta otro día. O noche.

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