Cambios
- 23 jul 2016
- 3 Min. de lectura

Los cambios acojonan (Sí, lo dejo claro, así de entrada, para que no os quepa ninguna duda). La sola palabra provoca que mucha gente empiece a sudar y que otros tantos resoplen, rebuznen o se hagan un ovillo y empiecen a lamerse mientras emiten ronroneos.

Sin embargo os voy a contar un secreto:
Los cambios por sí mismos no son ni buenos ni malos.
Solo son (Ahí va mi píldora de sabiduría a lo Obi Wan).
Lo que es bueno o malo es nuestra actitud frente a ellos.
Frente a ese momento, esa encrucijada, esa decisión que se debe tomar.
Claro que unos son más significativos que otros, no he venido a discutir la importancia de cada uno, aunque saber distinguir un instante de transformación, aun en los pequeños momentos (esos en los que nos sentimos confortables, llegaremos a ser conscientes de nuestra actitud y respuesta para afrontar estas situaciones.

¿Qué se consigue con eso?
Modificar el comportamiento, por supuesto.
¿Por qué vengo a dar la brasa con este tema tan new age?
Porque, amigos míos, me he percatado de que cada vez nos estamos volviendo menos tolerantes frente a situaciones que antes no tenían mayor importancia.
Y otras actitudes que antes eran importantes, ahora parece que no lo son tanto.
Así es que os quiero recordar que solo uno mismo puede hacer algo por modificar su respuesta frente a situaciones que supongan un cambio, disminuir su propio estrés y mejorar así su calidad de vida.

Y es que, de un tiempo a esta parte, parece que la gente está crispada de una forma intrínseca; que el otro día en la cola del supermercado casi salen a guantazos dos mujeres.
O, por poner otro ejemplo, en la panadería no hace mucho:
acababa de salir una hornada completa (una de barras que sacó la panadera que ni os cuento), yo estaba en la cola (éramos dos personas), servidora era la segunda, detrás de mí no había nadie.
¿Pues no entra un señor y empieza a exigir que se le guarde una barra de esas recién sacadas?
La excusa: por si no le daba tiempo a hacerse con una hasta que llegase su turno.
¿Sorry?

¿Are you crazy?
¿Cuántas barras piensas que vamos a comprar, veinte cada una?
En cambio, estas personas podrían haber tomado otra decisión, (la decisión de no ir a la tienda, por ejemplo; porque menudo ejemplo para los niños) podrían haber decidido tener otra actitud frente a una posible eventualidad que podría, o no, suceder delante de sus narices.
Pero esto son, como decía antes, cambios nimios; ahora imaginemos a los sujetos de las situaciones que os he descrito en los ejemplos frente a un gran momento, un cambio de residencia, de país, de trabajo… (yo no sé vosotros pero los veo perfectamente con una camisa de fuerza a lo prisionero de Azkabán)

Así es que no dejes que los cambios te amilanen ni dejes que el miedo dicte tus decisiones.
Tened una buena actitud y disposición frente a las situaciones y os daréis cuenta de que no era para tanto.
Y si no lo lográis, siempre habrá un todo a cien (rebautizados como “todo a un euro” o “dos euros y más”) donde podréis encontrar orinales, o gatos chinos de esos que solo mueven la pata (una. ¿Para qué mover más?) y que aun no sé qué utilidad tienen (y lo que es peor me dan un mal rollo…).

Igual ni lo uno ni lo otro os ayudan a modificar vuestra actitud frente a los cambios de vuestras vidas pero el comprarlos ya supondría uno (¿Cómo os habéis quedado?).
Pues ahí os dejo que lo penséis un rato.
Comments