top of page

Mi yo más Marujo

¿No os ha pasado que un día os despertáis y os decís: De hoy no pasa, hoy limpio a fondo la cocina?

Y después de desayunar y de regodearte con cosas muy importantes, como esa mancha en el techo que no sabes si es una pequeña telaraña (lo que indica que ya toca pasar la escoba con un trapito) o una grieta en la pintura; entonces te debates entre tu hombro derecho y tu hombro izquierdo (porque ahí es donde me imagino yo las discusiones de mi conciencia: la buena, el ángel y la mala, el demonio), te plantas en la puerta de esa habitación de tu casa que es la que menos tiempo se usa pero la que más se ensucia, con la Vena de Dios hinchada.

*Vena de Dios:

Vena de la sien o del cuello que, cuando se le hincha a un hombre atractivo dices: ¡Oh, Dios! Y sabes que en ese momento has sufrido un mini infarto cerebral (muy orgásmico). Pero que cuando se le hincha a una mujer dices: ¡Oh, Dios mío! ¡Va a Digi-evolucionar!

Después de buscar en tu mente la forma más práctica de empezar, te decides y, al poco de haber empezado, tienes muy claras dos cosas:

La primera: Que te arrepientes de no haber contratado a alguien para que lo hiciera por ti.

La segunda: Que la forma en que lo estás haciendo no es la mejor, ni la más práctica.

Así que acabas limpiando de forma superficial los muebles (¿Qué yo había dicho de hacer la cocina hoy a fondo? Ja, ja, ja No me habías entendido. Me refería a limpiar las puertas de los muebles, no a fregar solo los platos…), dando un lavado de cara a la campana extractora (eso de limpiar los filtros de dentro de aceite, ya mejor, otro día…), y limpiando los fuegos de la cocina o la vitro (quien la tenga) (lo de limpiar el horno por dentro, lo dejo para el final, según a la hora que acabe, si me da tiempo…).

Total, que el día que te planteas hacerlo no hay manera, buscas mil excusas para huir de esa cocina del infierno.

Ahora bien, hay días en los que ocurre un milagro (no, no me refiero a que el hombre atractivo con la Vena de Dios hinchada acabe por transformarse en Súper Guerrero) y, cuando has terminado de fregar los platos (o antes, recogiendo los del día anterior, por ejemplo), te da por vaciar el armario de las ollas y los tuppers. Lo limpias y reorganizas todo de nuevo.

Compruebas que no has tardado tanto como esperabas (o pensabas) y que, ahora, tienes más espacio (¡Madre mía! ¿Todo ese sitio es tuyo?). Por lo que te lías con el armario de las especias y vas, uno por uno, puerta por puerta, cajón por cajón, hasta que ya no te queda nada más que limpiar ni reorganizar.

¡Well done! ¡Has hecho la cocina a fondo! Tienes las rejillas de la campana extractora en remojo con desengrasante (para cuando friegues los platos, darles un buen meneo y dejarlas como nuevas) y hasta el antes opaco horno, parece que te devuelve un brillo especial, casi como una sonrisa de orgullo.

Tal vez ese día no hagas nada más o, tal vez, hagas muchas más cosas pero…

Ese día, a esa hora, sabes que has vencido.

Has vencido a la cocina, a tu propia mente y hasta al mismísimo Cronos, señor del Tiempo (¡Qué caray! que no se diga).

Luego recuerdas que tu casa (o piso) tiene más habitaciones y te vienes abajo por un momento pero eres consciente que no va a poder contigo.

Vas hacia el comedor con un porte regio, abres el primer cajón del mueble y extraes lo que guardas ahí dentro. Marcas un número que tenías marcado en rojo en el teclado del teléfono y te lo llevas a la oreja:

—Empresa de limpieza. ¿Dígame?

—Sí. Buenos días. Quería consultar sus tarifas por horas.


Posts Destacados
Posts Recientes
Archivo
Buscar por Tags
No hay tags aún.
Sígueme
  • Facebook Basic Square
  • Twitter Basic Square
bottom of page